"Ya han pasado dos décadas desde que la fundación Aegee Europe ideara la posibilidad de que los alumnos de estudios superiores pudieran cursar un año de su carrera en un país distinto al suyo. Más de dos millones de estudiantes han disfrutado esta beca.Se llama así en honor a Erasmo de Rotterdam (Rotterdam 1466- Basilea 1536), filósofo humanista que estudió en la Universidad de París y que a lo largo de su posterior docencia realizó numerosos viajes por Europa en los que desarrolló su particular 'República de las letras'. La beca adopta este nombre por el carácter cosmopolita y europeísta del pensador holandés. En el 2004, el programa Erasmus fue condecorado con el Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, obteniendo el respaldo unánime del jurado.En el curso 2005-2006, -último dato de los que dispone la Agencia Nacional Erasmus- fueron más de 23.000 los estudiantes de nuestro país que disfrutaron de esta beca. En 20 años, multitud de jóvenes españoles han recorrido Europa con su 'inglés de andar por casa' y han conocido los placeres que tiene el vivir un tiempo alejado del hogar familiar y rodeados de amigos foráneos, que te enseñan el 'vocabulario básico' de cada lengua: la expresión que se usa para brindar, algún que otro refrán o dicho típico del país, la forma de pedir una cerveza en un bar..., lo básico. Muchos de los que han vivido esta experiencia dicen que «es como vivir en un chiste; un alemán, un inglés
y un español...y en ese chiste, al final, el español es que el que cierra el bar, grita y canta más alto y por ello, es el alma de la fiesta».España ocupa los primeros lugares de la lista de países que envían y reciben estudiantes y profesores. Granada, Madrid y Valencia son las ciudades del viejo continente que más jóvenes acogen, más de 4.500 llegaron durante el año pasado. En la maleta de cualquier estudiante español por el viejo continente nunca falla el jamón serrano, el chorizo y alguna que otra lata de conserva de los ricos manjares de la tierra, sin los que la existencia se haría horrible. Esos manjares son degustados por veinteañeros de media Europa que descubren que tenemos algo más que la paella y la tortilla de patata, plato que todo 'erasmus' que se precie ha intentado hacer con finales más que diversos. Todo el mundo puede opinar sobre las ventajas e inconvenientes de este programa, pero hasta que no se es protagonista, no se valora en su justa medida. A los estudiantes erasmus les une un mismo sentimiento, no importa de donde ni como seas. Dos 'erasmus', que no se conocen el uno al otro, se encuentran años después de haber disfrutado de la beca y tienen tema de conversación para hablar largo y tendido, y cada uno entiende perfectamente al otro, se preguntan sobre sus ciudades, sus experiencias... Tienen un vínculo muy grande entre ambos sin conocerse. Al vivir una experiencia así, se abre una puerta a una nueva vida. Francisco Cabezuelo (Madrid, 1977), estuvo de Erasmus en Salerno (Italia) en el 1999, y tras ese año, su forma de ver la vida le cambió. Ha completado sus estudios en Estados Unidos, Canadá e Irlanda. En su mente, el binomio viajar-aprendizaje esta siempre presente. «Esta vivencia afecta al concepto de cada uno de ver el mundo para siempre, la vida solo te cambia por un año. Palabras como globalización o Europa adquieren mucho más sentido, dejan de ser un concreto abstracto», afirma Cabezuelo. Para él, su erasmus le ha proporcionado unas amistades, que aún mantiene, «ya hemos vivido las primeras bodas de mi generación e, incluso, ya somos 'tíos', es un auténtico placer asistir a actos de amigos hechos en la erasmus»."
